En el poblado de Tetela de Oro y Ocampo, en 1915 un mando
revolucionario ordenó la acuñación de moneda
en varias denominaciones; Carlos Abel Amaya Guerra, recuerda los apuntes
de Sánchez Garza y escribe: “Fue en la
sierra norte de Puebla, por el general Juan Francisco Lucas, ‘El Patriarca de
la Sierra’, quien encargó la manufactura de los troqueles y la acuñación a
Guillermo Arroyo y a Camilo Cruz”. 1
Entre estas piezas, se hizo una pequeña moneda de 2 Centavos
que fue protagonista de una interesante historia en la numismática mexicana.
Acuñación original 1915 |
En los años posteriores a la Revolución Mexicana y por casi
cinco décadas, estas monedas fueron muy escasas y cotizadas, muy pocos
coleccionistas tenían el privilegio de poseer una de ellas; pero en 1966 de
repente aparecieron en el mercado numismático diez mil piezas sin circular, y
lo que era una moneda muy escasa, de la noche a la mañana se volvió muy común. “…Una
persona se encontró y vendió 10,000 de estas monedas brillantes sin circular en
el D.F., lo que hizo que los precios bajaran”. 2
Retroquelación |
Pero la historia no termina ahí, pues años más tarde,
siguieron apareciendo monedas, “idénticas” a las acuñadas en 1915 que pronto se
descubrió que fueron retroqueladas usando los troqueles originales, pero
afortunadamente es relativamente fácil distinguir unas de las otras pues los
troqueles, con el paso de los años se oxidaron y la ser vueltos a usar, dejaron
pequeñas “picaduras” en el campo de los cospeles, como muestra reveladora de
pertenecer a una retroquelación.
Original / Retroquelada |
Anverso.-
El águila del Escudo Nacional sobre la fecha “1915”, rodeado
en el semicírculo superior por la leyenda “República Mexicana”.
Reverso.-
Al centro el valor expresado: “C.2s.” (2 centavos), rodeado
completamente por el texto “Tetela del Oro y Ocampo E. Pue.”
Fuentes:
1. “Las monedas de la
Independencia y la Revolución Mexicana”, Universidad Autónoma de Nuevo León,
2010. Págs. 132 y 133.
2. “Compendio de la
Moneda de la Revolución Mexicana”, Carlos A. Amaya G., Primera Edición;
Pág. 425.
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