En 1468 Isabel, también conocida por su piedad como “la católica”, finalmente fue reconocida como heredera del trono por su hermano Enrique IV (“el impotente”), pasando por encima de “su propia hija”, la princesa Juana.
El cuerpo de consejeros de la futura reina, le sugirieron contraer matrimonio con el hijo de Juan II de Aragón. La boda se llevó a cabo el 19 de octubre de 1469, causando una gran molestia a su hermano, que desde ese momento luchó por arrebatarle nuevamente este derecho de sucesión para regresárselo a Juana, apodada “la Beltraneja”, porque en realidad no era su hija legítima, sino de Beltrán de la Cueva.
Cuando Isabel I de Castilla se casó con Fernando II de Aragón, empezó el camino -muy largo, por cierto- para terminar las pugnas que había por el territorio. Este suceso marca prácticamente el final del período medieval.
Cuando muere Enrique IV en diciembre de 1474, parte de la nobleza la reconoció como soberana de Castila; el 13 de diciembre de ese mismo año se autoproclamó con toda solemnidad y pidió obediencia por todo el reino. No obstante esto, otra parte de la nobleza apoyaba a Juana, por lo que se levantó una importante guerra civil que se prolongó por muchos años. La princesa Juana terminó como monja.
Con la llegada de Cristóbal Colón al “nuevo mundo”, el 12 de octubre de 1492 y sus siguientes viajes, la corona se consolidó con importantes sucesos económicos y políticos.
En 1494 el papa Alejandro VI concedió a Isabel y Fernando precisamente el título de “Reyes Católicos”. A ella se debe la creación del tribunal de la Inquisición que vigilaba con los procesos más crueles, la estricta observancia de la fe católica.
Los Reyes Católicos terminaron con todas las fortalezas musulmanes, luego expulsó a los judíos ofreciendo un solo camino: la conversión a la fe católica o la expulsión.
Murió el 26 de noviembre de 1504. El trono de Castilla quedó en manos de su hija Juana, conocida como “la loca” y su nieto Carlos, futuro rey de España.
La denominación “blanca” de los Reyes Católicos, sin duda es la más común de todas las monedas acuñadas durante el reinado de los monarcas de Castilla y Aragón.
Estas piezas -como prácticamente todas las de esta época- fueron hechas a base de golpe de martillo en pedazos irregulares de vellón.
Las características generales de estas piezas son las siguientes, aunque pudiera haber pequeñas variantes dependiendo de la ceca.
La “blanca” de Reyes Católicos se acuñó en siete cecas: Burgos, La Coruña, Cuenca, Granada, Segovia, Sevilla y Toledo
Anverso.-
Al centro la letra “F” de Fernando, coronada y enmarcada por un círculo de puntos por puntos; en algunas piezas se alcanza a distinguir aunque sea parcialmente la leyenda: “Fernandus et Elisa”.
Reverso.-
También tiene al centro una letra “Y” (aunque parezca “V”), inicial de “Ysabel”, al interior de un círculo de puntos, también coronada, con la leyenda “Rex et Regina Cast Legio”.
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